Tengo 34 años y sólo me ha tratado un dentista durante toda mi vida…
Se trata del doctor Palma, quien, si mi vida fuera una película, seguro sería uno de los personajes más folclóricos.
Entrar a su consultorio es toda una experiencia. Desde que tengo uso de razón, se ha visto igual. Mismos muebles, mismos utensilios. Casi nada ha cambiado, el tiempo pasa impávido ante la modernidad o la globalización. Es como si se hubiera detenido en los años 80.
Desde pequeño me impresionó la gran cantidad de diplomas y reconocimientos que cuelgan de una de las paredes. En la actualidad, es algo por lo cual lo respeto profundamente.
En el muro también cuelga su título universitario. El cual, se convierte en una máquina del tiempo, ya que muestra a un joven de veintitantos años que contrasta con el adulto de casi 70 que peina canas.
El me conoció desde que yo era un mocoso. A veces, reflexiono sobre qué sentirá de haber sentado en su silla a un niño a quien sus padres llevaban para que le tapara caries por comer demasiados dulces y ahora atender a un hombre que mide más que él y porta barba. Tal vez el paso del tiempo ha hecho que lo vea como algo normal, pero, para mí, al meditar sobre ello, me parece impresionante. Desde mi punto de vista, yo lo he visto transformarse también.
Uno de los recuerdos que tal vez nunca olvidaré es sobre como hacía mofa a la vestimenta que mi madre elegía para mí. De acuerdo con él y con otro de sus colegas, mi madre siempre me traía con abrigo, pasamontañas y guantes… EN PLENO VERANO. Aseguran que el “pobre niño” (sí, yo) ni siquiera podía moverse entre tantas capas de ropa. Mi madre debate con dos defensas. La primera, que son unos exagerados; la segunda, que gracias a eso soy un hombre sano.
No es el doctor más apapachador, pero sí es uno de los mejores. Se desespera cuando los pacientes hacemos cara de dolor, cerramos la boca o metemos involuntariamente la lengua en el área donde está trabajando. Sin embargo, se siente orgulloso de sus trabajos y es el primero en alabarlos. Frecuentemente recuerda la “chulada” de dentadura que le hizo a Enrique Cuenca, el “Polivoz”.
No importa cómo se cepille uno, siempre tendrá un regaño sobre áreas donde el cepillado es deficiente, pero siempre será una reprimenda paternal. Como padre motivando a sus hijos a mejorar.
Una de las características de nuestro querido sacamuelas es su humor. Cuenta chistes de todos los tonos y colores; generalmente los del momento y frecuentemente relacionados con política. La mayoría son de doble sentido y poco aptos para los oídos castos de los menores, pero siempre contados con gran agilidad y gracia. Un verdadero talento tanto con el taladro como en la comedia.
Pero sus bromas van mucho más allá. Le fabricó una prótesis temporal a mi madre y decidió que sería muy cómico usar la fresa (el taladro) para colocar las iniciales de mi padre en el paladar de dicha prótesis. Fue gracioso. En especial porque mis padres llevan décadas divorciados.
También muestra su jocosidad al referirse a mi madre como la señora Vega (el apellido de mi padre). Lo cual, sobra decir, hace que mi madre se enfurezca, pero entiende que es broma.
Sin embargo, el tiempo no conoce la misericordia y él mismo lo confesó. La visita anterior nos comentó: “No cabe duda que ya me estoy volviendo viejo, ya tengo que apuntar los chistes para que no se me olviden”.
Otra de sus particularidades es corregir a todos los que decimos “limpieza dental”. En un santiamén, el odontólogo indica que el término correcto es “profilaxis”.
Su consultorio se ubica en uno de los edificios cercanos a la Plaza de Toros México y al Estadio Azul, por lo que aprovecho las citas para tomar una que otra foto. En algún momento le comenté: “Próxima cita, ¿el domingo a las 12?”, haciendo referencia a que podría revisarme los dientes y al mismo tiempo ver el partido de futbol. A lo que contestó con un directo: “Pues, vendrás tú solo”.
Creo que pocos tenemos el privilegio de ser atendidos por un doctor durante tanto tiempo y yo soy uno de ellos. Sin duda, el doctor Palma, es una de las personas que nunca olvidaré y que ha marcado tanto mi vida, como mi sonrisa.